Reflexiones del PRI sobre las Escrituras | Memoria de Santa Isabel de Hungría, religiosa
Evangelio
Lucas 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!"
Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" Él le contestó: "Señor, que vea". Jesús le dijo: "Recobra la vista; tu fe te ha curado".
Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Reflexión del Evangelio en palabras de Monseñor Don Fischer
¿Acaso sintió aquel que no podía ver que Jesús tenía el poder de sanarlo? Y clamó pidiendo ayuda. Jesús aclaró que simplemente sabía quién era. Sabía que, en cierto modo, era el Hijo de Dios, el Hijo de David. Y de alguna manera sabía que este Hijo de David tendría el poder de sanarlo.
Y Jesús sonríe al decir: «Ah, aquí hay un hombre que cree, que tiene fe en mí, y eso es lo que El quiere para poder darnos lo que necesitamos».
Oración final
Padre, despierta en nosotros la fe sencilla e infantil en que tienes el poder de sanarnos. Y la sanación se manifiesta de muchas maneras. Sea lo que sea que necesitemos hoy, ten la certeza de que El nos lo ofrecerá. Y te lo pedimos en el nombre de Jesús, Amén.