Reflexiones del PRI sobre las Escrituras | Martes de la cuarta semana de Adviento
Evangelio
Lucas 1, 57-66
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.
Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.
Reflexión del Evangelio en palabras de Monseñor Don Fischer
Es interesante que esta transición involucrara a dos hombres: Juan el Bautista y Jesús el Mesías. Y si lo observamos con atención, nos damos cuenta de lo importantes que fueron ambos para crear una nueva imagen de Dios. Un Dios no distante, no solo presente en el templo, sino que de alguna manera se libera de esa estructura y llena los corazones de las personas con amor, comprensión y compasión.
¡Qué transformación tan asombrosa y qué admirable fue Juan al hacer que esto sucediera! Nos guió a través del espacio liminal de la transición en el que, de alguna manera, siempre nos encontramos, porque cada persona debe atravesarlo.
Ese es el don de la figura de Juan.
Oración final
Padre, a medida que crecemos en conciencia, siempre nos encontramos atravesando umbrales de nuevas comprensiones, de nuevas revelaciones. Bendícenos en esta obra de transformación. Es el llamado del Evangelio: que cada uno de nosotros anuncie la plenitud del Reino de Dios. Y te lo pedimos en el nombre de Jesús, Amén.