Reflexiones del PRI sobre las Escrituras | Sexto día dentro de la octava de Navidad
Evangelio
Lucas 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño,) se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
Reflexión del Evangelio en palabras de Monseñor Don Fischer
Cuando alguien se impregna de la verdad y la conoce y cree en ella con tanta profundidad, es muy difícil hacerle cambiar de opinión.
Y lo que vemos en la historia de Ana, la profetisa, es su diligencia en la búsqueda de la verdad, de la comprensión. Ella estaba siempre en el templo, y lo que buscaba constantemente era comprender, conocer lo que sucedería cuando el Mesías llegara.
Lo anhelaba, ayunaba por ello, luchaba por comprenderlo. Y luego fue recompensada con una invitación de Dios para estar presente en el templo cuando Jesús estaba allí con María y José, y ella supo, en lo más profundo de su ser, que este era el nuevo comienzo del cristianismo.
Oración final
Padre, mantennos vigilantes. Mantén en nosotros siempre el deseo de conocerte, de encontrarte, de recibir tus dones. Nos distraemos, tenemos tantas cosas que nos ocupan en la vida, pero bendícenos con la capacidad de concentrarnos en lo más esencial: nuestra comprensión de quién eres y lo que haces en nuestra vida. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, Amén.