Reflexiones del PRI sobre las Escrituras | Miércoles de la XXVI semana del Tiempo ordinario
Evangelio
Lucas 11, 1-4
Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos".
Entonces Jesús les dijo: "Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu nombre,
”venga tu Reino,
danos hoy nuestro pan de cada día
y perdona nuestras ofensas,
puesto que también nosotros perdonamos
a todo aquel que nos ofende,
y no nos dejes caer en tentación".
Reflexión del Evangelio en palabras de Monseñor Don Fischer
Lo que me impresiona de esta sencilla oración es su concisa y precisa.
Dios quiere que establezcamos su reino. Lo hacemos abriéndonos a su presencia y compartiéndola unos con otros. Él nos alimenta y nos nutre con su presencia, con su Espíritu Santo morando en nosotros. Y una y otra vez, perdonará nuestros pecados y no nos los tendrá en cuenta, y ruega que hagamos lo mismo unos con otros.
Y en la última línea, «no nos sometas a la prueba final». Muchos lo interpretan como una forma de decir: «Por favor, Dios, no nos tientes». Pero Dios nunca nos llevará a una tentación. Ese es un significado diferente, una diferencia importante, porque nada es más claro que Dios está de nuestro lado, ayudándonos, trabajando con nosotros, siendo paciente con nosotros mientras construimos el Reino.
Oración final
Padre, es fácil ver en este pasaje en particular cómo las palabras no son necesarias para concientizar a la gente sobre algo esencial. No se necesitan muchas palabras. Se necesita claridad. Se necesita simplicidad. Se necesita una forma sencilla de entender la obra. No es difícil de entender si se sabe; se trata simplemente de un Dios que nos da todo lo que necesitamos si simplemente nos abrimos a Él y lo recibimos. Ayúdanos a ser receptivos a todos tus dones. Y te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.