Reflexiones del PRI sobre las Escrituras | Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe

Evangelio
Lucas 1, 39-47

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador”.

Reflexión del Evangelio en palabras de Monseñor Don Fischer

Si observamos la vida de María e Isabel, es difícil imaginar lo que debieron sentir. Pero es evidente en la forma en que describen su relación. Se apoyan mutuamente, sin egoísmo. Simplemente están conmovidas por la forma en que Dios ha entrado en sus vidas. No hay competencia, solo asombro al ver que nos están utilizando para algo tan maravilloso, tan extraordinario. Y ni siquiera comprenden lo que sería.

O cuánto les costaría. Ellas son modelos de humildad.

Oración final

Padre, ser un ser humano y, sin embargo, ser llamado a desempeñar roles tan poderosos, transformadores o destructivos. Es asombroso cómo necesitamos recordarnos una y otra vez que nos estamos rindiendo a un plan del que tú estás a cargo, no nosotros, sino tú, la fuente de todo, y quien revela la dirección en la que vamos. Y te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.

Kyle Cross