Del Instituto Pastoral de Reflexiones tenemos la meditación de las Escrituras | Memoria de San Francisco de Asís
Evangelio
Lucas 10, 17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre".
Él les contestó: "Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo".
En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".
Reflexión del Evangelio en palabras de Monseñor Don Fischer
Cuando conoces a San Francisco de Asís, cuando conoces su historia, es fácil entender por qué se ha vuelto tan popular como santo. Probablemente el santo más conocido de todo el catolicismo. Se han escrito más libros sobre él que sobre cualquier otro santo. Y lo que les pido que reconozcan en sus enseñanzas es algo tan sencillo, tan hermoso.
Se enamoró de Dios, con un amor y un entusiasmo infantil por la creación de Dios. Sus criaturas. Era increíblemente humano, sencillo y estaba entusiasmado con la obra que él y sus hermanos realizarían.
Oración final
Oh Padre, necesitamos modelos. Necesitamos personas que nos muestren el camino, pero quiero agradecerte en particular por el don que nos has dado en San Francisco. Qué hombre de tan hermoso corazón.Qué enseñanza tan maravillosa. Me ha atraído a él durante todo mi sacerdocio, y ruego que su Espíritu los llene a ustedes y a mí mientras continuamos nuestro camino. Y lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.