Reflexiones del PRI sobre las Escrituras | Viernes de la XXVII semana del Tiempo ordinario

Evangelio
Lucas 11, 15-26

En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: “Éste expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.

Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: ‘’Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes”.

Reflexión del Evangelio en palabras de Monseñor Don Fischer

Me parece que Jesús se irrita ante esta declaración de la gente que cuestiona su poder sobre el mal. Nada es más evidente en la imaginación de Jesús. Él sabe que tiene este poder. Sabe que puede controlar el mal, y ser acusado de no poder hacerlo es un ataque a la esencia misma de su ministerio.

Y dice algo realmente aterrador sobre los demonios.

No se trata simplemente de expulsarlos y dejar un vacío, sino de llenarlos con el Espíritu Santo, algo que deben aceptar y anhelar.

La idea de que cuando uno se libera de todas sus debilidades, de toda su fragilidad, de todos sus pecados, podría ser susceptible al pecado del orgullo que irrumpiría y destruiría la obra que Jesús tanto anhela crear en nuestros corazones.

Oración final

Padre, sabemos que hay algo esencial en todo lo que nos enseñas. Y lo que me impacta en este momento es que se trata de la unión y la comunión entre tú y nosotros, entre tu espíritu y el nuestro. Unidad, unidad, intimidad, eso es lo que deseas. Cuando el mal azota, las personas sienten su poder separándose y odiándose. Ayúdanos a liberarnos de eso. Y te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.

Kyle Cross